domingo, 24 de julio de 2011

Lloro contigo Noruega, lloro junto a tu pueblo

Lloro junto a ti Noruega, lloro junto a tus madres, padres, hermanos, amigos, en fin, lloro junto a tu gente que hoy vive la peor de las pesadillas que salpica de dolor y llanto al más insensible de los habitantes del planeta.

Lloro las muertes de tus jóvenes, oh Dios, me duele tanto las muertes de niños y jóvenes. Y sobre todo esta clase de muertes, tan cruel, durante un campamento donde disfrutaban de la vida en un verano inolvidable, y no precisamente por el sol ni los colores de la naturaleza, ni por los bañadores de las chicas, ni el ambiente de compartir con sus amigos, ni siquiera por los amores espontáneos que surgen en las edades de estos muchachos, que ya no lo repetirán.
Lloro junto a tus madres que hoy no tienen consuelo, están destruidas, sus criaturas fueron masacradas por un cruel malnacido que quiso imponerles a ellos sus desventuras de haber vivido sin amor, despreciando los sueños y aún más su vida y las vidas de 88 niños que sí quisieron vivirla.
Lloro con tu pueblo Noruega, lloro porque la violencia no te había tocado, te mantenías tranquila, allá en el paraíso, donde tu gente no se sentía perturbada por hechos que acosan a todos los países por igual y que sacuden el mundo; qué carajo te pasó, uno de allí, un despreciable animal que no merece ser considerado ser humano, te ha llevado el luto y desesperanzas.

Lloro junto a ti Noruega, lloro junto a tu pueblo, y aunque no te conozca aún, sí super de ti desde muy pequeña al ver a mi madre preparar los alimentos, para mí y mis hermanos, y que durante la semana nos repetía un sabroso y exquisito bacalao con papas. Una vez le pregunté que de dónde era ese pez seco y lleno de sal que venía en cajas de madera y ella me dijo que de Noruega, y al sentirme inquieta porque sentí que su respuesta no llenaba mi inquietud, le reiteré la pregunta, me dijo entonces que ese país estaba lejos, muy lejos, que había que atravesar los mares.

En mis años de ejercicio periodístico en los que estoy prácticamente obligada a repasar diariamente las noticias del mundo, las principales, por supuesto, nunca había oído hablar de ti, Noruega, y hoy, cuando aún estoy acongojada por la muerte trágica de un compañero de labores, este hecho me perturba, porque precisamente el compañera fenecido disfrutaba de plena juventud, y hoy, la muerte de esos jóvenes tuyos y de las demás personas asesinadas en el centro de tu capital, me ha colmado de dolor y llanto. Lloro junto a tí, Noruega. Simplemente no puedo decir más nada, la crueldad de estas muertes me hace decir solamente: Señor acoge sus almas y llévalas junto a t, a disfrutar dela vida eterna.

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