jueves, 10 de mayo de 2007

RD: País muy especial

La verdad es que la República Dominicana es un país súper especial, y no es por hacerle propaganda a un comestible tradicional de la mesa dominicana. Lo de especial, sostengo, porque cada día en la prensa nacional se publican cosas y casos que a mi entender solo ocurren por éstos alrededores.
Cada día los lectores pueden leer informaciones que de antemano llaman la atención por las implicaciones que se pueden derivar de las mismas, y porque dan riendas sueltas a los pensamientos que vinculan, talvez, porque estamos acostumbrados a relacionarlos a actos de corrupción, o simplemente, hacen desviar la atención ante temas nacionales o temas personales que previamente ocupaban nuestros espacios.

Hoy he leído que el Ayuntamiento del Distrito Nacional anuncia un amplio proyecto para cambiar los árboles de la Ciudad Primada de América por otros, dizque, más adecuados para zonas urbanas. Al leer la información, quedé pensativa y luego externé mi parecer a mis compañeros de labores cotidianas. Los comentarios no se hicieron esperar tanto positivos como negativos y otros que sugerían cómo deberían ser los nuevos árboles.
Pienso que el cambio de la arboleda podría también hacer cambiar la imagen del Santo Domingo
en que he crecido y el que mis años junto a mis sueños echaron alas que me han hecho volar alto en mi mundo de imaginaciones y fantasías. Revelo aquí el gran dolor que me causó ver el destrozo de centenarios árboles que adornaban las entradas de la vieja universidad del Nuevo Mundo en los alrededores de la avenida Correa y Cidrón para darle paso al Metro, obra, de la cual no tengo opinión.
Quiero lamentarme aquí, ya que los lectores no podrían ver por este medio como mis lágrimas se derraman por lo que considero una vil afrenta lo ocurrido con los árboles de la Correa y Cidrón. Vi, absorta, como enormes y modernas maquinarias se llevaron de paro cobijas de antaño de épocas que viven junto a mis sombras y se recrean en mi pasado al igual que cientos de miles de hombres y mujeres de distintas generaciones de hombres y mujeres capitalinas y otras que fueron traídos a la ciudad por sus padres y familiares cuando eran muy pequeños desde sus respectivos pueblos y provincias.
Pensar que calles y avenidas del Santo Domingo Romántico pronto estrenarán nuevos árboles, me da miedo, quizás por lo desconocido, quizás porque los cambios son casi siempre traumáticos o talvez por creer que los nuevos árboles marcarían un antes y un después de la Capital.
Siento que mi vida también perderá. Perderá esencia, perderá recuerdos, perderá esperanzas con el cambio de la arboleda capitalina, pese a que esta transformación se inició, si mal no recuerdo hace algunos años, pero oir y leer el anuncio oficial simplemente me deprime.

 
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