Se unieron los dos para oponerse a lo que con tantas ansias quería hacer. Esperé a que por lo menos uno de ellos se confabulara conmigo, pero no, fue en vano tratar de convencerlos.
Eran dos contra mí, contra su madre, la que los trajo al mundo, la que ha trabajado sin descanso para que no les falte nada, ni siquiera imaginación. No pensaron en mí, lo hicieron por ellos y en lo que “sus amigos van a decir”.
Se opusieron a que en esta Navidad colocara mi viejo árbol que en los últimos 10 años ha compartido conmigo mis tristezas y alegrías que de manera simultáneas traen estas fiestas de aires frescos y de celebraciones ante un nuevo aniversario del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Este árbol, mi hermoso arbolito de Navidad, ha sido parte de mi historia de esta última década. Lo adquirí con tanta ilusión, lo decoré por primera vez con tantos sueños y fantasías que aún recuerdo como fueron esos adornos.
Aunque he renovado los adornos cada Navidad, ésta vez mis hijos pidieron cambiarlo, dijeron “mami no ves que está viejo, doblado, torcido, desflecado y descompuesto”, esas cosas que aún repiten nunca las he visto en mi arbolito, pero entiendo que han querido decir que “ya no sirve, que está viejo y hay que deshacerse de él”.
La adolescencia los ha cambiado, se consideran ahora dueños de mí y quieren conducirme, se sienten con poder para decidir lo que debo o no tener en mi casa. Son mis hijos adorados que ahora son los que "mandan" e incluso hasta en la forma en que debo vestir, hablar, caminar y ser.
Pero en esta Navidad no me han permitido colocar mi hermoso y viejo árbol, y para mí esta Noche Buena no será igual. Lo extrañaré al ver el espacio ocupado por años vacío, sin él, porque ya no estará y en su lugar ellos han puesto una mesa de esquina con unos adornos que para mí no significan nada.
Aunque les prometí cambiarlo para las próximas navidades a cambio de dejarme tenerlo por última vez, fue inútil el intento, no tendré árbol de Navidad y no tendré compañía cuando ellos se vayan a dormir.
Me desahogo al expresarlo, mis lectores son mi auditorio ante esta Navidad en la que no tendré arbolito en mi hogar.
Eran dos contra mí, contra su madre, la que los trajo al mundo, la que ha trabajado sin descanso para que no les falte nada, ni siquiera imaginación. No pensaron en mí, lo hicieron por ellos y en lo que “sus amigos van a decir”.
Se opusieron a que en esta Navidad colocara mi viejo árbol que en los últimos 10 años ha compartido conmigo mis tristezas y alegrías que de manera simultáneas traen estas fiestas de aires frescos y de celebraciones ante un nuevo aniversario del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Este árbol, mi hermoso arbolito de Navidad, ha sido parte de mi historia de esta última década. Lo adquirí con tanta ilusión, lo decoré por primera vez con tantos sueños y fantasías que aún recuerdo como fueron esos adornos.
Aunque he renovado los adornos cada Navidad, ésta vez mis hijos pidieron cambiarlo, dijeron “mami no ves que está viejo, doblado, torcido, desflecado y descompuesto”, esas cosas que aún repiten nunca las he visto en mi arbolito, pero entiendo que han querido decir que “ya no sirve, que está viejo y hay que deshacerse de él”.
La adolescencia los ha cambiado, se consideran ahora dueños de mí y quieren conducirme, se sienten con poder para decidir lo que debo o no tener en mi casa. Son mis hijos adorados que ahora son los que "mandan" e incluso hasta en la forma en que debo vestir, hablar, caminar y ser.
Pero en esta Navidad no me han permitido colocar mi hermoso y viejo árbol, y para mí esta Noche Buena no será igual. Lo extrañaré al ver el espacio ocupado por años vacío, sin él, porque ya no estará y en su lugar ellos han puesto una mesa de esquina con unos adornos que para mí no significan nada.
Aunque les prometí cambiarlo para las próximas navidades a cambio de dejarme tenerlo por última vez, fue inútil el intento, no tendré árbol de Navidad y no tendré compañía cuando ellos se vayan a dormir.
Me desahogo al expresarlo, mis lectores son mi auditorio ante esta Navidad en la que no tendré arbolito en mi hogar.