¡Ay Gabo! yo también sufro al ver periodistas creerse estrellas

Ay Gabo! yo también sufro, no sé si como perra o lo que sea, pero sufro, al ver a periodistas creerse estrellas.
Yo tengo ese sufrimiento, no tanto diferente al de usted, mientras sufres al ver el deterioro del periodismo, yo por ver el deterioro humano de periodistas.
Ese deterioro de los valores que deben adornar a todo ser humano los eleva a una galaxia que impide llamarles colegas. Ese término los ofende, y más si quien lo pronuncia no ha cultivado el ego ni la altanería como ellos.
Estas estrellas pueden ser visibles en los distintos medios de comunicación: radial, televisivos, escritos y en el ejercicio gerencial de relacionistas, asesores comunicacionales ó de imagen.
No son asequibles, siempre tienen sus agendas llenas, visten y viven como reyes y diosas, y en casos excepcionales, iguales o peor que lo común de la prensa dominicana.
Algunos innatos u/o empíricos, otros egresados de las tantas universidades del país, pero el ego que los corroe es el mismo: creerse estrellas del periodismo, a sabiendas de que las luminarias están en el cielo y a sabiendas de frases bíblicas como aquella de “quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado”.
“Estas estrellas”, en poca dosis son conocedores del español de Cervantes y en casos de mayor cantidad de éstos del arma que representa la información como “Cuarto Poder”. Sin embargo, Gabo, usted como mayor conocedor que yo de los asuntos periodísticos, dígame si esta condición los hace inmune de cometer graves errores que a diario son visibles en las titulaciones y en el contenido de las noticias que llegan diariamente a los distintos públicos de los medios de comunicación.
Debido a esta condición de estrellas, errores imperdonables se les deben pasar por alto, ya que cuentan con una legión que sigue su trayectoria que si se les critica también ellos se sentirán aludidos.
Sabes Gabo, yo sufro por eso, por eso sufro. ¡Sabes! su condición humana la dejan a un lado y prefieren, en muchos casos, vivir una vida apegada a prejuicios y frustraciones que denotan el vacío existencial que padece un gran porcentaje de seres humanos.