En tiempos en que cursaba la primaria oí hablar de política por primera vez. Recuerdo cómo los profesores se empeñaban en enseñarnos una célebre frase de nuestro Padre de la Patria: Juan Pablo Duarte, “La Política, después de la Filosofía, es la ciencia más pura”.
Sin embargo, observar la forma en que actúan algunos políticos tal idealismo de nuestro Patricio se queda en puro sueño, en aspiración.
Es claro, e innegable, que los pensamientos y enseñanzas de Duarte sobre la política ha sido distorsionado por oportunistas y vividores del sueño y derecho negado de los dominicanos más desposeidos que pululan a lo largo y ancho de nuestra republica.
De la pureza de la política que ideó Duarte, a la realidad nuestra dicta mucho. La política es arte, la política es sumar, es crear, y sobre todo, llevar esperanza a miles y miles de personas que se acercan a determinado aspirante porque creen que les cumplirá las miles y miles de promesas que en determinado período de tiempo le has ofrecido. No simplemente llenarlos de expectativas y luego, tras la derrotada, decirles que no los dejará solos.
Oír, ver y observar a políticos aspirantes a una determinada posición echarle la culpa de su derrota a determinadas circunstancias, es simplemente mezquino.
Esos políticos creyeron, o mejor dicho, sus allegados más cercanos les crearon un mundo de fantasías a su alrededor, que previo al conteo de los votos, ya afirmaban tener la sartén por el mango y el jarro por el asa.
Vaya, vaya, diría alguien que no querría entrar en contradicciones ni detalles, y solo asentaría a repetir tal palabra una y otra vez.
Son sencillamente mezquinos esos políticos al no reconocer el triunfo de sus colegas, de sus compañeros de partido, de aquellos con verdadero y no aéreo liderazgo político- social. Debemos reconocer el triunfo de aquellos que enarbolaron discursos con los que llegaron mucho más al horizonte soñado de aquellos que viven y duermen en base a la esperanza; sumaron seguidores en el trayecto desde el momento mismo en que iniciaron sus proyectos políticos y mucho más allá del lanzamiento de sus aspiraciones.
Sus mensajes fueron más efectivos y sus equipos de campaña utilizaron tal estrategia, que debido a los resultados favorables, fue mucho más efectiva y la llevaron y la guiaron por lugares donde podrían agenciarse el triunfo seguro.
Es penoso observar cómo esa clase de políticos, al creerse seguros ganadores, firmar pactos, acuerdos y sobre todo comprometer y empeñar sus palabras de que respetarán los resultados, la decisión final que luego, al no verse triunfadores, desconocen, sin más, ni más.
Los políticos mezquinos solo piensan en sus intereses personales, en los intereses de su grupo y en llegar a ser, sin ser, ni hacer. Para los políticos mezquinos las organizaciones políticas a las que pertenecen no les importa para nada, las utilizan como trampolín para ir más allá de las nubes, estar cerca del cielo y en caso extremo creer que el poder temporal que ostentan los acerca a Dios.
Recorrer la historia de los partidos políticos de la República Dominicana nos da la razón sobre éstas puntualizaciones.
Reconocer el triunfo ajeno no amerita de complicaciones ni de ataduras ni de dificultades, ni de verse con el traje de la derrota puesto de por vida. Es simplemente fácil, basta con despejarnos del egoísmo, de la codicia, de la rabia, del dolor que casi siempre es momentáneo, del “me engañó”.
Reconocer el triunfo ajeno nos hace grandes, nos da respuestas, nos eleva, nos da seguridad y nos anima a trabajar más, con más entusiasmo, con más dinamismo y amor hacia nuestros compañeros.
Es fácil reconocer el triunfo ajeno, simplemente deben escuchar y buscar a Dios, en El están todas las respuestas y todas las cosas tienen solución. Les recomiendo buscarlo y les aseguro que con él a su lado ganarán el universo.